Poema de Mío Cid
El Poema de Mío Cid es el primer monumento escrito que se conserva de nuestra épica medieval y prácticamente el primero de nuestra literatura.
El poema ha llegado hasta nosotros en copia hecha en 1307 por un tal Per Abbat. Se ignora quien fue su autor.
Es curioso que, pese al amplio recorrido entre Burgos y Valencia, podemos decir que únicamente el entorno de San Esteban de Gormaz y el de Medinaceli, ambos en la provincia de Soria, son los narrados con una perfección topográfica absoluta.
El propio Menéndez Pidal abandonó la idea de que un sólo juglar de Medinaceli fuera el autor del poema. Se admite ya, que hubo un poeta de San Esteban de Gormaz que escribió muy cerca de la realidad histórica, y otro poeta de Medinaceli, más tardío, consecuentemente alejado de los hechos del Cid, que poetizaba más libremente.
Hacia 1103 ó 1109 debió escribir el primero, es decir, a los pocos años de la muerte del Campeador (1099).
En cambio el refundidor de Medinaceli debió de llevar a cabo su obra alrededor de 1140, fecha propuesta por Pidal, con anterioridad, para la totalidad del Poema.
La obra está dividida en tres Cantares: El Cantar del Destierro, El Cantar de las Bodas y el Cantar de la Afrenta de Corpes.
En el primero de los Cantares nos cuenta cómo el Cid, acusado por un noble de haberse quedado con unos tributos cobrados al rey de Sevilla, es desterrado por Alfonso VI. Despídese de Vivar y después de pasar por Burgos, deja a su esposa y a sus hijas en el monasterio de Cardeña. Luego vence a los moros en varias ocasiones.
El segundo de los Cantares se refiere a la conquista de Valencia. Los infantes de Carrión piden la mano de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol. Se celebran las bodas aunque el Cid recela de las intenciones de sus yernos.
Es el tercero de los Cantares, el de la Afrenta de Corpes, el que hace referencia a la tierra que analizamos. Los infantes de Carrión quedan en ridículo por su cobardía y deciden burlarse; parten de Valencia con sus mujeres y al llegar al robledo de Corpes, las abandonan, después de azotarlas bárbaramente.
épica medieval y prácticamente el primero de nuestra literatura.
La “afrenta”, episodio central de toda la acción del Poema pertenece exclusivamente a la tradición local de los alrededores de San Esteban, sin que la Historia posea noticia alguna de tal suceso.
Según el itinerario señalado por Guillermo García, de Medinaceli a Tiermes pasan los infantes con las hijas del Cid por Romanillos, Barcones y Retortillo, para luego seguir por Morcuera, Piquera, Fuentecambrón, Miño y Valdanzo, para terminar cerca de Castillejo de Robledo (del Robledo de Corpes). A mitad de camino entre Castillejo y la Vid se encuentra una ermita, la de la Concepción del Monte y junto a ella una fuente, conocida por los labradores locales porque dá buena agua y no se seca nunca. Este es el lugar de la afrenta.
La ermita se remonta su construcción al año 1171 en el lugar donde según la tradición local habían sido desnudadas y maltratadas las hijas del Cid.
El Poema narra después de la afrenta:
Todos tres señeros por los Robredos de Corpes;
Entre noch e dia salieron de los montes;
A las aguas del Duero ellos arribados son,
A la torre de don Vrraca él(le) las dexó
A Sant Estevan vino Félez Muñoz
Los tres solos caminaban del bosque en el espesor
y al amanecer lograron salir al tiempo que el sol;
hasta las aguas del Duero ellos arribados son;
la torre de doña Urraca de posada les sirvió.
Y a San Esteban se fué aquel buen Félez Muñoz,
La torre de don Vrraca es la denominación que es preciso situar sobre el terreno. Las hijas del Cid son ultrajadas en el Robledo poco después de amanecer. Félez Muñoz las halla abandonadas y se apura a ponerlas en marcha, temiendo les falte tiempo para llegar a salvo antes que oscurezca; entre noch e dia salieron de los montes; llegan al Duero, deja Félez a sus primas en la Torre de don Urraca y él se va a Sant Estevan, para prepararles allí acogida.
Menéndez Pidal aseguraba ya que la Torre de doña Urraca podía situarse a unos siete kilómetros al oeste de San Esteban.
Un término llamado La Torre se halla en un cerro que parte las aguas de Aldea al saliente y de Soto al poniente, decía el ilustre investigador.
El otero de la Torre tiene una altura de 979 metros sobre los 850 del río Pedro en Aldea, altura no demasiado elevada pero que, dadas las alturas de los montes de los alrededores, constituye el cerro más significado de las inmediaciones de San Esteban.
Nos consta que existe la denominación de “senda de la Torre” en la actualidad, que el propio Pidal la documentaba en un apeo de heredades de Aldea de San Esteban en 1733 en el Archivo de Protocolos de Burgo de Osma; San Esteban legajo 55.
Urraca fue un nombre muy usado en la monarquía y en la nobleza castellana. Por ello existen parajes abundantes con esta denominación.
En zona próxima a la que analizamos hay un páramo llamado Llano de Urraca en el despoblado de Castril, entre el lugar de la afrenta y la Torre.
En Miño, dice Guillermo García en las Rutas del Cid, todos asocian ahora ese llano en versiones más o menos confusas, con la suerte de las hijas del Cid, que según ellos se refugiaron en los corrales de Valdecaballeros.
Pero no parece del examen de los textos y de los caminos que esa versión sea verosímil. Lo que sí prueba es que existe y existió una tradición popular que el poeta juglar del Poema recogió.
También, al salir de Piquera y en el término de Torremocha de Ayllón está el paraje llamado Valdeurraca.
Pero la prueba decisiva de que la Torre de Aldea de San Esteban es la Torre de doña Urraca del Poema de Mío Cid nos la proporciona Menéndez Pidal al encontrar un documento de donación, fechado en 1151, en el que figura una finca, situada en las inmediaciones de la granja cisterciense o templaria de Aldea, que nos asegura que este otero se llamaba por entonces La Torre de doña Urraca.
La Torre de doña Urraca viene a estar, curiosamente, entre los parajes de llano y valle, lo que para Guillermo García corrobora aún más esta ubicación.
El primer poema épico de la lengua castellana utiliza la denominación de un cerro de Aldea como referencia importante en la narración de uno de sus cantares.
Las huellas observables del otero no son claras. La planicie da para una torre, pero nunca para un castillo. Su piso es rocoso pero no hay restos visibles de paredes. Pero la mesetilla de la cima presenta ondulaciones que de excavarse podrían descubrir paredes de cimientos.
¿Seria la Torre de doña Urraca con anterioridad la torre vigía islámica de seguimiento de la frontera del Duero?
El documento de donación encontrado por Pidal tiene a nuestro juicio una importancia extraordinaria. No sólo prueba que en esa época, 1151, cercana a la escritura primera del Poema y muy próxima a la segunda y a la copia, el lugar del cerro que hoy llamamos simplemente La Torre tenía la denominación de Torre de doña Urraca, lo cual, como se ha dicho, constituye prueba fundamental para la localización sobre el terreno del verso.
Pero, además, podemos deducir la existencia de una granja perteneciente a un monasterio que está situada cerca de la finca objeto de la donación a la que se refiere el documento.
Y es más que posible que el monasterio también existiese, ya fuera de cirtercienses o de templarios.
Hay que precisar que cuando el Papa Clemente V en 1309 decide procesar a la Orden de Templarios comunica tal decisión a los arzobispos de Toledo y de Santiago para aplicar las sanciones a los monasterios de aquella Orden en Castilla y León, y se señala por Loperráez que “en este obispado de Osma tenían los templarios un convento con el título de San Juan de Otero” ubicado en Ucero. No cita ninguno más, por lo que ha de concluirse que el de Aldea, de existir monasterio asociado a la granja, o había desaparecido con anterioridad a esa fecha, 1310, o no era de Templarios.
Del propio conocimiento del terreno, de la tradición recogida y de la existencia contada de últimos restos de una iglesia en ruinas donde se veneraba a San Mamés trasladado a la actual ermita del pueblo se puede concluir que el monasterio, o simplemente la granja dependiente de algún establecimiento religioso, estaba ubicado en una meseta de una elevación que domina el Duero en lo que hoy se denomina Cerrillos Corrales, sin duda porque la construcción de refugios para recoger por la noche las ovejas han utilizado piedras de otras edificaciones anteriores y de mayor calidad que las necesarias para esta función pastoril. Todavía hoy se pueden apreciar piedras sillares para los dinteles de las puertas, material inapropiado para un corral de guarda de ganado.
La granja debió ser la actual finca de Las Sernas ya que ha constituido hasta hace poco una unidad autónoma de explotación y fue comprada no hace mucho tiempo por los vecinos de Aldea.
Esta compra se efectuó a sus propietarios, los herederos de D. Manuel Ruiz Zorrilla, obtenida como producto de una desamortización, por haber tenido la consideración de “manos muertas”.
Si concluimos que allí había un monasterio, o granja perteneciente a algún monasterio, que está a cinco kilómetros de San Esteban, entorno al que se refiere la narración del mejor conocimiento de los lugares de la zona, que en ese tiempo coincidía la denominación de los lugares con la que contenía el verso y que el juglar, admitido que lo era de la zona de San Esteban, debió ser un poeta culto y no un mero recitador, por qué no podemos concluir si tal autor no podía ser un clérigo relacionado con este lugar de Aldea de San Esteban, en la ruta del Cid, y buen conocedor de la zona.
No se olvide que los primeros autores como Berceo o el Arcipreste de Hita fueron clérigos y que el copista Per Abbat fue también un cura de Fresno de Caracena, no muy lejos, precisamente, de la comarca a la que nos estamos refiriendo.
No hay coincidencia histórica ni en los infantes de Carrión como maridos de las hijas ni en los nombres de ellas con los que el Poema señala.
Doña Sol y doña Elvira del poema no se corresponden a la realidad histórica de Maria y Cristina como auténticas hijas del Cid. Domingo Martínez, noble afincado en San Esteban estaba casado con doña Sol, señalando Menéndez Pidal que tal fuera esta Sol un sobrenombre de la María histórica y la hija del conde de Lara, Elvira, Gonzalo Núñez, repoblador de la zona, la Cristina del Cid. Quizá estos nobles quisieron honrar a su mujer el uno y a su hija y nieta casada con el repoblador de Soria Fortún López el otro, incorporando sus nombres al Cantar convenciendo al juglar para ello, en la recitación del verso que ha prevalecido, en los palacios cedidos por Alfonso VIII en esa localidad por la custodia del Rey de su primo el de León en su niñez.
ANEXO Nº3.- Poema Cid, Mapa pag. 326 Tomo I Historia de Soria de Pérez Rioja.